“El cargo de legislador dura tres años, pero la vergüenza, toda la vida.” Esa expresión, dicha por primera vez hace muchos años por un agudo e ingenioso crítico del sistema, fue en su momento muy festejada y causó generalizada hilaridad en todos los aspirantes (frustrados), a obtener, ad vitam, su rebanada de ignominia, pero aderezada con deliciosas y nutritivas dietas durante un trienio.
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