Sin lugar a dudas el racismo ha constituido la más cruel, la más violenta y la más vergonzosa de las conductas humanas a lo largo de la historia; entre sus consecuencias más dramáticas están los holocaustos perpetrados por los turcos sobre los armenios en el siglo XIX, el de los judíos perpetrado por la Alemania nazi, en los tiempos de Adolfo Hitler, así como el de la población de origen árabe en la antigua Yugoeslavia. Sin embargo en los pasados siglos hubo otros crímenes atroces, menos conocidos y dramáticos, pero igualmente violentos e imperdonables. Uno de ellos ocurrió en el territorio de Estados Unidos, principalmente durante los siglos XVIII y XIX contra los diversos grupos indígenas, con el propósito de quitarles sus tierras y expulsarlos de los territorios reclamados por los “colonizadores” provenientes de los países del norte de Europa. Tampoco podemos ignorar el racismo que marcó a Estados Unidos luego de su independencia y hasta las últimas décadas del siglo pasado hacia la población de origen africano, incluidos los regímenes esclavistas que duraron poco menos de un siglo y que aún persisten hasta nuestros días, siendo su actual presidente un ejemplo de ello.
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