Me refiero al esplendor de la mansión presidencial. Muchos la visitamos por distintas razones. Al entrar a los jardines y a los salones de Los Pinos uno se daba cuenta que la vida cortesana de la época virreinal se había reproducido en un ambiente que pretendía ser moderno. Una multitud acudía a diario porque el presidente era el árbitro supremo, no sólo de la política, sino de los grandes problemas sociales y económicos. Enlos años 90, el inmueble contenía dentro de sus muros un complejo formidable de oficinas, salones, residencias y parques.
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