La inmisericorde sucesión de gobiernos fallidos que acosaron a México durante el último medio siglo debe ser asimilada y comprendida para fincar sobre ella el futuro. En secuencia fatal, primero de un priísmo depredador, formalista y cínico; seguido de un panismo torpe, mal formado y fanático, dejaron un real monstruo devorador de valores, costumbres, personas y bienes. Su herencia no puede ni debe ser minimizada frente a la tragedia actual. La puntilla de esa infame sucesión política la dejó quien, bien puede, por fortuna, ser catalogado como el postrer priísta en hacerse del Ejecutivo federal: Enrique Peña Nieto. Tratar de diferenciar entre lo poco salvable y la avalancha de crímenes, inconsecuencias, latrocinios e ineficiencias burocráticas que dejó sembradas este priísta de presumido nuevo cuño, es tarea imposible. Preservar lo bueno y cambiar lo malo, como recomiendan los del paso lento y la continuidad, no es posible dadas las peligrosas inercias.
de La Jornada: Política https://ift.tt/2GYRzRz
No hay comentarios:
Publicar un comentario