De pronto hemos oído, visto y leído que los fideicomisos se erigen como piedra angular de la ciencia y la tecnología mexicana. También lo hacen como instrumentos indispensables para una miríada de actividades adicionales. Sin ellos, el derrumbe de científicos, profesores e investigadores se viene a tierra. Similar encuadre se predica de artesanos, periodistas, desaparecidos, deportistas, enfermos graves y toda una multitud adicional. No se podrá continuar sin esos apoyos y los investigadores tendrán que salir a la calle a protestar. Un verdadero y trágico horror que se cierne sobre una comunidad que ha trabajado tanto por el progreso y desarrollo de este agobiado país. La incertidumbre se ha apoderado de las mentes de creadores claves y no atinan a saber qué les depara el destino. La insensibilidad de los altos funcionarios del gobierno, precedidos por el mismo Presidente de la República, se ha impuesto a la cordura, el presente y al futuro de esta nación. Delante queda el enojo, la rabia, incluso la desesperación de muchos jóvenes que presienten que, lo que han escogido como destino profesional, puede ya no existir o está en vías de desaparecer.
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