Mientras la furia de Morena amaina y dejan tranquilo al apabullado Instituto Nacional Electoral (INE), tratemos de afrontar lo que no necesita narrativas o ficciones sino reconocimiento pleno, sin ambages, de una realidad oprobiosa. Al hacerlo, podemos comprometernos a no buscar culpas ni culpables a modo de tamaña desgracia, al menos mientras no logremos poner en debida perspectiva el carácter de la problemática que la rodea y caracteriza.
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