En pocos países existen fiscalías electorales. Esto se debe a que el fraude electoral está desterrado en la mayoría de los estados democráticos. En países en que está arraigada desde hace muchos años la democracia a nadie se le ocurre robarse una elección y si lo hace tiene que enfrentar no sólo a la ley, sino el repudio de la opinión pública.
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