Una serie de declaraciones y actos del Presidente y su equipo cercano, aparentemente inconexos o contradictorios entre ellos, han sembrado en un sector de la población mexicana y de otras latitudes sentimientos confusos: mientras algunos consideran, como pregona el discurso oficial, que las cosas han cambiado, aunque se impulsen proyectos diseñados en sexenios pasados, ahora carecen del carácter impositivo y de despojo que tenían, y buscan llevar el desarrollo a donde no había llegado; otros, por el contrario, consideran que los proyectos son los mismos y, por más que desde el poder se sostenga que han cambiado, mantienen los mismos objetivos con los que fueron diseñados. En un tercer grupo se encuentran aquellos que sostienen que en el gabinete del gobierno federal no hay una postura clara al respecto, y las que se miran se definen por las convicciones de los funcionarios y sus equipos de operación.
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