sábado, 15 de febrero de 2020

Marcos Roitman Rosenmann: Pablo González Casanova: ejemplo de compromiso y dignidad

No es partidario de homenajes ni reconocimientos. Ha renunciado a muchos y no es un enamorado de sus ideas. Su pensamiento se ha enriquecido bajo un mismo principio, la lucha por la democracia, la dignidad y el socialismo. No claudica, ni cede a cantos de sirena. Su pensamiento se mantiene vital, libre y comprometido con las luchas de los pueblos de Nuestra América y el mundo. Su saber se renueva, rehace y aborda los problemas de nuestro tiempo sin ambages ni paños calientes. Desde las humanidades, la defensa de la universidad pública, las ciencias de la complejidad, y las nuevas formas del pensar y del actuar, toma posición, es un científico social, a la vez que ciudadano. En tanto que ciudadano, pone su saber al servicio de las causas nobles, la justicia social, la igualdad y la dignidad. Ejerce, parafraseando a José Martí, la crítica radical, aquella que va a las raíces. Es un ciudadano ejemplar, comprometido con su tiempo. De oficio sociólogo, Pablo González Casanova, encaja perfectamente con el quehacer intelectual descrito por Wright Mills en su obra La imaginación sociológica: “Domina el método y la teoría, lo cual le permite ser un pensador consciente de sí mismo, un hombre que trabaja y conoce los supuestos y las complicaciones de lo que está haciendo”. No ha retrocedido para obtener los oropeles de cargos institucionales en una sociedad movida por el interés particular, él egoísmo y el dinero. No acepta sobornos, ni se corrompe para agradar los oídos deseosos de escucharle renunciar a su historia, cambiar de bando o abandonar su defensa de Cuba, del EZLN y cuantas resistencias populares forman parte de la lucha anticapitalista, antimperialista y de liberación. Alza la voz contra las injusticias, y lo hace desde siempre. Eso enfurece a sus enemigos y detractores. Aquellos que otrora decían ir juntos en las reivindicaciones democráticas, y hoy se retractan, rasgan las vestidura, y entonan el mea culpa. Son los inquisidores de siempre, los Torquemada. Adictos al poder. Se ofrecen para justificar lo injustificable y agradar a las plutocracias. A cambio reciben monedas, títulos horríficos, viajes en primera clase y estancias en hoteles cinco estrellas. Sin dignidad, ética, ni principios, están absortos por el saber dominante, sometidos a él y sin capacidad de ejercer el juicio reflexivo. Es el caso de Enrique Krause, cuyo artículo de opinión sobre Pablo Gonzalez Casanova, aparecido en Reforma el 9 de febrero de 2020, destila ese odio de quien describe a otros para retratarse a sí mismo. Tras alabar la democracia en México, concluye que Pablo González Casanova, tras renunciar a la rectoría de la UNAM en 1972, sufrió una transformación que radicalizó sus posiciones, apostillando que esta radicalización de la conciencia política de González Casanova terminó por “llevarlo a posiciones dogmáticas, incompatibles con la democracia que postuló en su libro. Sus textos comenzaron a caracterizarse por una intolerancia con las voces disidentes no muy distinta a la que él mismo describió en la colonia. Pienso sobre todo en su encomio irrestricto al régimen de Fidel Castro. En cambio, su defensa de los pueblos indígenas y del EZLN me parece encomiable: está hecha de simpatía genuina y lealtad al legado paterno”.

de La Jornada: Política https://ift.tt/2OTTkne

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