Año de trabajo intenso, la pandemia nos encerró entre cuatro paredes. El gobierno federal dijo que no había que preocuparse, que tenía la solución mágica para que la escuela no se detuviera, que el año lectivo llegaría a buen término con todos los aprendizajes esperados y que cubriría salarios completos. El magisterio democrático vio con desconfianza las negociaciones con las televisoras y el gigante Google, pues ningún dueño de capital regala “generosamente” sus recursos; sospechó de grandes negocios ocultos por “el bien de la niñez”. Entonces tomó decisiones emancipadoras; de esas que surgen de la roca como el agua de los manantiales; de esas que se vomitan como el fuego de los volcanes; de esas que se abren paso con toda la fuerza de las semillas germinadas cuando reciben las gotas de agua generadoras de vida.
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