Desde que detuvieron al líder de la secta en Puerto Vallarta, me he preguntado por qué si en Estados Unidos sus creyentes gravitaban en torno al cine y la televisión, en México eran los políticos. Creo que revela una idea del quehacer político como éxito personal. Si atendemos a su geografía, la secta de Keith Raniere comienza en el cliché de la élite, el Planetario Alfa de San Pedro Garza García, Nuevo Léon, el 8 y 9 de septiembre de 2001. Atrae porque es una forma de lo exclusivo, de un presunto saber supuestamente científico sobre “tu potencial” y, sobre todo, porque es una manera de establecer conexiones. Es la política como autorrealización personal, como club VIP, es decir, como despolitización.
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