Primero que nada conviene ratificar que al asumir Marcelo Ebrard la cartera de Tlatelolco, a pesar de que aún le queda a la misma mucha escoria, volvió a soplar en la Cancillería Mexicana el aire de coherencia y dignidad que la caracterizó antes de que llegaran a la presidencia de la República el payaso Vicente Fox y el par de sucesores asaz indignos. Tal parecía que, durante esos 18 nefastos años, hubo una suerte de competencia para que cada vez la Cancillería fuese peor.
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