Resulta que el inmenso poderío que durante años ejercieron los superhéroes del fantástico mundo Marvel (afortunadamente siempre en bien de los habitantes buenos del planeta Tierra) ha venido en los últimos meses empequeñeciéndose y opacándose. Tan sólo pronunciar sus nombres tenía el valor de un mágico conjuro, de un exorcismo inapelable que apartaba de nosotros íncubos y súcubos que pretendían poseernos durante el sueño (los íncubos aplicaban al sexo masculino y los súcubos al femenino aunque ya desde entonces, cada quien era dueño de hacer de su sueño un papalote). Los nombres añorados de la Capitana Marvel, Ironman, Capitán América, Thor, Dead Pool, Hulk, Batman, Superman que aún revolotean en nuestra memoria archipretérita (a la mía hay que agregar al mago Mandrake, Flash Gordon, Tarzán y al Guardián Solitario) han sido desplazados por los salvadores de la humanidad presente. Ahora se llaman AstraZeneca, Pfizer, Moderna, Johnson and Johnson, Roche, Novartis y las sospechosas agencias rojas, Sputnik V y las doblemente sospechosas las chinas, Sinovac y CanSino. (Se recomienda atender la alerta de Woody Allen, sobre estas dos últimas porque no ven, pero sospechan y espían.)
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